Historias del Seminario contadas por sus protagonistas

04 Oct

Historias del Seminario contadas por sus protagonistas

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Actualmente, conviven cuatro seminaristas en el seminario mayor y cuatro en el menor.

Joseph Mukiti, de Kenia, es uno de ellos y cuenta que desde la niñez su deseo es servir a Dios: “Mis padres, hermanos, maestros, sacerdotes en la parroquia me guiaron y motivaron a tomar decisiones”. Una decisión que le hace muy feliz porque es personal y completamente voluntaria. Lo que más le ha sorprendido del seminario es la cercanía de la gente, poder adquirir tantos conocimientos. Reconoce que le choca la increencia de las personas y el rechazo hacia la iglesia, incluso la persecución y la indiferencia. Le gustaría centrar su ministerio sacerdotal en el servicio atención a los pobres y transmitir la fe con su testimonio.

Job, de Guatemala, reconoce que se le haría imposible elegir una única motivación para estar en el seminario: “puedo decir que entre lo que me impulsa está la realización personal en la alegría plena que nos da Jesús, el amor a Jesús Eucarística, amor a la Iglesia y la constante necesidad, que tiene el hombre, de Dios”. Se muestra “indiscutiblemente” feliz con su decisión y cuenta que le sorprendió el mismo cambio de cultura, pero resalta, eso sí, la acogida de Coria-Cáceres, “permite ver y sorprenderse ante la universalidad de nuestra Iglesia”. Sobre la situación actual de la Iglesia explica que la Iglesia de Hispanoamérica es fruto de la labor evangelizadora de la Iglesia de España, “sin embargo en la actualidad veo una falta de vocaciones nativas, que tan necesarias son para seguir caminando en la construcción del Reino de Dios”.

Demetrio, de Guinea Ecuatorial, cuenta que lo le impulsó a entrar en el seminario mayor fue el buen ejemplo de sus formadores en el menor. “Tengo muchas ganas de dedicar mi vida a los demás y anunciarles el Evangelio”. Estar en un seminario es “lo mejor que puede existir en esta vida. Es formar una nueva familia”, afirma rotundo, “Un entorno de oración y fraternidad”. Cuando terminó 2º de bachillerato se matriculó en la universidad por dos años en pedagogía, pero tomó la decisión de seguir con su vocación y entró en el seminario en su país natal, después vino a España. “La Virgen María nunca me ha defraudado, siempre la tengo presente en mi formación y todo lo que he pedido, me lo ha concedido”, añade Demetrio. “Me gustan mucho las iniciativas para evangelizar a los jóvenes y la formación de los sacerdotes”.  Además, añade que “el seminario es el corazón de la diócesis, si le falta sangre al corazón no puede funcionar. Hay que seguir rezando para que el Señor envíe obreros a su mies”.

También de Guinea Ecuatorial es Gerardo, explica que, desde pequeño, en 2º de ESO, ingresó en el seminario, a su padre espiritual le preguntó cómo saber que Dios le llamaba. Él me preguntó entonces que si yo era feliz en el seminario, le dije que sí, y él me interrogó que qué pasaría si no estuviera allí. Entonces cayó en la cuenta de que su felicidad pasaba por seguir la vocación, una vocación que va acompañada por la música, pues toca varios instrumentos. Al llegar a la Universidad dejó el seminario, pero volvió a tener dudas ya que se dio cuenta de que no era feliz. “A mí no me preocupaban las “salidas” que tenía la carrera como a mis compañeros”. Entonces lo vio claro: “Estoy convencido de esta vocación”, afirma rotundo. Aquí en España encuentra diferencias culturales en la música de las celebraciones, en la gente…  aunque la formación sigue teniendo los mismos pilares y se muestra agradecido.

Entre los seminaristas del menor, Roger Archaga, de 14 años, procedente de Honduras, explica que el campamento, una iniciativa vocacional del seminario, le animó a participar. Se siente bien acompañado y le gusta el compañerismo de la institución, también el acompañamiento y los consejos de los formadores. Otro joven, Aláin Iglesias, de Acebo, 13 años, recuerda que fue un compañero quien le animó a ir y se encuentra muy feliz, también se identifica con Archaga. Lo mejor es el clima de compañerismo y amistad. Sus conocidos se alegran por él y le animan a “que estudie”. Pablo Vaca, de 14 años y de Cáceres, dice que el impulso a entrar en el seminario le viene “del espíritu santo y mi hermano Dani (seminarista en familia), también de mis padres”. Contundente, explica que está “bastante contento y pensando en tomar decisiones mayores”. Del seminario admira los conocimientos y la manera de transmitirlos de los formadores “de manera tan sabia, se aprenden muchas cosas y valores”. En su ambiente le hacen muchas preguntas, síntoma de que esta forma de vida, todavía hoy, genera curiosidad e interés. Para Pablo Galán, también de 14 años y Montánchez, coincide con sus compañeros en el buen ambiente que se respira en el seminario, el compañerismo y se muestra muy feliz por su decisión: “no me he arrepentido en ningún momento” y explica que incluso “lo eché de menos en el confinamiento”. Le ha sorprendido la apertura y la posibilidad de hablar de cualquier tema que le preocupa con formadores y compañeros.